martes, 17 de febrero de 2015

Ositos Haribo

A mi jefe (del que ya comenté algo en una entrada anterior) le encanta el picante como a casi todo inglés que se precie, aunque en su caso va más allá: es como si fuera totalmente inmune al picante.

De hecho nos contó que una vez casi "se carga" a su suegra: de un viaje a Méjico se trajo un bote de pepinillos súper picantes que, de vez en cuando, picoteaba en plan vaquero del oeste, es decir, que iba sacándolos de uno en uno engulléndolos sin hacer mueca alguna; esa naturalidad al comerse los pepinillos le hizo pensar (muy erróneamente) a su suegra que se trataba de algo inofensivo, así que en un momento dado cogió uno de esos pepinos del infierno y se lo comió.

He olvidado mencionar que la señora es extranjera y no sabe leer ni escribir ni hablar en inglés, así que mi jefe tuvo que llevarse un susto de muerte al ver a la señora medio ahogada llorando con la cara roja. Y la suegra ni te cuento.

El caso es que un día mi jefe trajo a la oficina una especie de imitación de los famosos ositos de Haribo, aunque el envase dejaba claro que no eran tan inofensivos y dulces como los del anuncio: Satan's Spawn.

Bolsa de chucherías de Haribo y los osos picantes del infierno.

Se pasó un buen rato invitando a todo aquél que pasaba por su sitio a probarlos (ocultando deliberadamente la pegatina de la bolsa). Como él se los comía de dos en dos pues transmitía confianza... menudo prenda.

Para explotar más el asunto compramos una bolsa de ositos Haribo (de los de verdad) y le echamos dentro los picantes que quedaban. Los mezclamos bien y los colocamos a la vista de todos y fue cuestión de tiempo ver las reacciones de los desafortunados que se echaban a la boca la goma ésa con trocitos de guindilla. Y así echamos la tarde.