lunes, 27 de octubre de 2014

Epic fail (I): la alarma

Quizás el peor día desde que llegué a Newcastle fue el 26 de octubre de 2014. Bueno, para mí y para mi novia.

En principio todo pintaba muy bien: mi novia venía el domingo desde España para pasar conmigo una semana en la casa que acababa de alquilar y teníamos planes para hacer turismo por Edimburgo, Durham y York.

El primer contratiempo vino porque ese fin de semana tuve que trabajar en la oficina, ya que teníamos una entrega e íbamos francamente mal, así que no pude ir hasta el aeropuerto a recoger a mi novia sino que "me escapé" a la hora de la comida para esperarla en casa, estar un ratito con ella y dejarle las llaves. Todavía no había pasado ni una noche en mi nueva casa porque hasta el día anterior seguía de okupa en la casa de mi compañero y su mujer, así que iba a ser una nueva experiencia para los dos.

Tras despedirme y coger el autobús de nuevo a la oficina me sentí triste por haberla dejado sola en una ciudad a la que acababa de llegar, con el frío que hacía, y en una casa prácticamente vacía sin internet, ni televisión. Ella, sin embargo, le restó importancia, me dijo que no me preocupara, que daría una vuelta por el barrio y que luego me esperaría en casa.

Mientras tanto yo estaba en la oficina trabajando a tope para poder terminar lo antes posible, pero cada vez encontrábamos más y más problemas y empezaba a desesperarme.

Fue entonces cuando recibí una llamada a mi móvil español de mi novia. No entendí muy bien por qué me llamaba en lugar de mandarme un mensaje, aunque el día estaba siendo tan raro que tampoco me sorprendió mucho; de hecho pensé en los pocos segundos que transcurrieron hasta que respondí que igual me llamaba porque era algo importante. Así fue.

Lo primero que oigo cuando descolgué el teléfono fue un ruido ensordecedor, repetitivo y grave. Sonaba tan alto que parecía que había descolgado el móvil en modo altavoz, pero no. Mi novia intentaba hablarme a grito pelado para hacerse oír con una voz de preocupación mezclada con pánico que me dejó frío. Sólo alcanzaba a entender "...calefacción... no sé cómo... sin querer... ¡¡alarma!! ...¿¿qué hago??".

Tras unos instantes de incertidumbre y miedo por tratar de entender qué narices estaba pasando ya fui asimilando lo que había ocurrido por lo poco que podía escuchar de lo que me decía.

Al parecer, después de darse una vuelta por el barrio decidió ir a casa para ver qué cosas hacía falta comprar. Como hacía bastante frío, fue hasta la caldera para intentar poner la calefacción, pero no atinaba. Se dio cuenta de que yo no tenía ni un edredón para pasar la noche, así que era vital encender la calefacción. Al no encontrar el modo de encender la calefacción en la caldera siguió investigando por la casa y dio con un armarito de contadores, pero allí tampoco había ningún interruptor que pareciera encender la caldera.

Entonces vio un cuadro de mandos pequeño, blanco y con botoncitos. Comparado con los contadores del cuadro eléctrico, éste parecía inofensivo, así que comenzó a pulsar un botoncito por aquí y otro por allá... hasta que una alarma empezó a sonar. El sonido era como el de un submarino cuando dan la alerta roja en las pelis: "¡baaaam!, ¡baaaam!, ¡baaaam!..." Altísimo. Incensante. Interminable. Una y otra vez, una y otra vez.

Maldito control de la alarma.



Mi novia había ido a la habitación donde menos se escuchaba la alarma para poder hablar conmigo y aún así me era muy complicado escucharla. Estar dentro de la casa tenía que ser un infierno de decibelios.

Traté de ponerme en contacto con la agencia, pero era domingo y saltaba un contestador. Llamé a la chica que hizo la limpieza de la casa el día anterior pero no sabía nada de la alarma. Y yo sin poder irme de la oficina porque tenía que terminar tropecientas mil cosas que estaban fallando... sin hablar del cachondeíto de mis compañeros de oficina. Mi novia por su parte trató de pedir ayuda al vecino de abajo, que resultó ser un auténtico geordie, de modales poco refinados, que la atendió sin camiseta y en estado de embriaguez. "Tu vecino parece un yonki y me gritaba cosas y sólo entendía 'alarm, alarm!'". Pobrecilla.

Lo único que se me ocurrió fue decirle que saliera de la casa, que esperara a la policía si es que pasaba por allí y que fuera a un pub cercano para resguardarse mientras yo llegaba. Afortunadamente, la mujer de mi compañero volvía a Newcastle del trabajo y pudo ir a recogerla. Como no se habían visto nunca, le mandé una foto reciente por whatsapp con el texto: "es como ésta pero con cara de terror".

Al final, mi compañero y yo volvimos a su casa a las 3:00h de la mañana. Mi novia se acababa de acostar pero aún seguía despierta. Nos dimos un abrazo, me contó de nuevo el mal rato que había pasado y nos quedamos fritos. Me decía: "con lo contenta que venía, que encima ese día iba a disfrutar más tiempo porque cambiaban la hora y además ganaba una hora adicional por el horario inglés...". 

La historia para no dormir acaba aquí, pero aún ocurrieron un par de cosas que merece la pena recordar. Por un lado, al día siguiente como es natural llamé a la agencia inmobiliaria para contarle lo ocurrido y pedirle explicaciones sobre la alarma, de la que nunca me dijeron nada. Dado que la casa de mi compañero está a 10 minutos de mi casa, pasamos por allí y... ¡la alarma seguía sonando! Había estado así toda la santa noche y continuaba por el día.

Nos personamos en la agencia para dejarles las llaves de la casa para que hicieran el favor de parar la alarma, y me fui a trabajar (sí, era lunes y tuve que ir a pesar de lo ocurrido y de estar currando hasta la madrugada).

El detalle final fue que mi novia y la mujer de mi compañero fueron por la tarde a recoger las llaves cuando me llamaron diciéndome que el propietario de la casa les había dado el código de desactivación y, cuál fue su sorpresa, cuando comprobaron que aunque les dejamos las llaves para que pararan la alarma (la agencia está situada casi en la misma calle) la alarma seguíiiiiia sonando.

La chica de la agencia le dijo a mi novia: "cuando salgáis de la casa, por seguridad tenéis que activar la alarma de nuevo con el mismo código que os he dado". A lo que mi novia respondió: "¿para qué? ¡Si lleva sonando 24 horas y no ha aparecido ni la policía, ni la empresa de seguridad, ni alguien de la agencia, ni un vecino!"

Y así finalizó el día de la alarma. Desde entonces nunca olvidaré un número: 1-9-6-5.

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